Las Relaciones Con El Narrador en Las Ruinas Circulares

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Las Relaciones con el Narrador

En "Las Ruinas Circulares," por Jorge Luís Borges, hay una relación entre el narrador y el protagonista que es fundamental al desarrollo del cuento. Esta relación influye a los lectores que interpretan y leen el cuento. Por eso, una relación forma entre el narrador y los lectores también. El uso de la repetición, la tercera persona, y muchas descripciones durante del cuento son elementos que afectan la relación entre el narrador, el protagonista y incluso el lector. El narrador puede engañar al hombre y a los lectores durante del cuento porque solamente él sabe los sucesos que ocurren al final.

La multiplicidad del cuento es un tema repetido. El narrador describe el cuento y usa una multitud de sucesos, palabras, ideas y personas repetidos. Durante del cuento, el hombre sueña de crear un hijo sin otro. La creación de un hijo representa la repetición del hombre y la continuación de vida. También, el hombre tiene dos planes para crear el hijo cuales involucran la supernatural y la realidad del mundo. Después de su primer intento creativo falla, él está frustrado y casi quita. Luego, él examina y modifica su método de crear y acude a la intervención de los dioses para intentar un mejoramiento de la creación: "Luego en la tarde, se purificó en las aguas del río, adoró los dioses planetarios, pronunció las sílabas lícitas de un nombre poderoso y durmió." Solamente los dos, El dio, Fuego, y el hombre, saben que el sueño va a estar un realidad a eso tiempo. Sin embargo, el narrador sabe que el resultado no sigue los dos planes de los personajes. La repetición de los planes, los personajes, la recreación de otra vida y la realidad de estos elementos por el narrador crea la ilusión de realidad para el hombre.

También, es evidente que ya ha cantado esto cuento por otros narradores. La repetición de los narradores y sus métodos de contar el cuento sobre el hombre a los lectores es muestra en el ejemplo del texto: "Al cabo de un tiempo que ciertos narradores de su historia prefieren computar en años y otros en lustros, lo despertaron dos remeros a medianoche: no pudo ver sus caras, pero le hablaron de un hombre mágico en un templo del Norte..." (Borges, 74).

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